Un estudio hecho en Italia sobre los enfermos por COVID-19 ha demostrado que la mayor parte de los enfermos graves tienen antecedentes por enfermedad crónica u obesidad. Por otra parte, una adecuada alimentación se ha revelado esencial para mantener el sistema inmunitario en adecuado funcionamiento y hacerlo más resistente a la infección por coronavirus y otros agentes patógenos.

Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico

Es de sobras conocido que la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o la hipertensión arterial son enfermedades prevenibles mediante un estilo de vida adecuado que incluya una buena alimentación, rica en nutrientes que reduzcan el estrés oxidativo en el organismo.

Entre estos nutrientes, se encuentran:

  • las vitaminas A; B6; B12; C; D y E
  • los oligoelementos minerales (existentes en mínimas cantidades como el zinc, el hierro, el selenio y el magnesio

Juntos, cumplen una función esencial en el refuerzo del sistema inmunitario innato y el adaptativo de respuesta a los agentes patógenos.

Según un reciente artículo en la revista Nutrients, el tener niveles bajos o subóptimos de estos micronutrientes puede reducir la capacidad de resistencia a las infecciones. De hecho, con la excepción del selenio y la vitamina E, todos estos nutrientes han recibido la aprobación por parte de la Union Europea para comunicar su contribución al normal funcionamiento del sistema inmune.

Recientes investigaciones relativas a la COVID-19 han revelado que el aumento de estrés oxidativo en el receptor de una infección por el coronavirus, provocado por deficiencias dietéticas e antioxidantes (frutas y verduras) o por consumo en exceso de grasas saturadas que promueven la oxidación, proveen un entorno en el que las cepas más virulentas se abren paso en el organismo con más facilidad.

Diversos ensayos clínicos suplementado a ancianos en residencias con vitamina E durante un año han demostrado que las infecciones del tracto respiratorio disminuyen. Se sabe que la vitamina E aumentan la respuesta inmune mediada por los linfocitos T.

Por otro lado, se ha visto que la deficiencia de zinc produce menos linfocitos y altera la comunicación entre células debilitando a la respuesta inmunitaria. De forma parecida se ha demostrado que la vitamina D es necesaria para la inmunidad mediada por células, la de largo plazo.

El mensaje principal que se obtiene de los estudios sobre la COVID-19 y la nutrición es que, como ya había sugerido la microbiología, comer adecuadamente, perder peso y hacer actividad física diaria, refuerzan la inmunidad. Algunos expertos advierten a la población que, de no hacer cambios en sus hábitos de vida que les permitan resistir mejor el coronavirus y otros que puedan llegar, se tendrán que arriesgar a enfermar y morir.

La alimentación frente al coronavirus.

Eliminar los siete pecados capitales de la alimentación

Para conseguir tener un estilo de alimentación que nos asegure disponer de estos nutrientes esenciales para un buen funcionamiento del sistema inmunitario, hay que erradicar los alimentos procesados, los ricos en azúcar o carbohidratos refinados, los aceites vegetales de palma o coco y el exceso de sodio.

Aunque parezca que es una adopción fácil de hábitos de compra y consumo, las cifras desmienten esta percepción. Por ejemplo, una revisión de más de 195 estudios en 44 países reveló que el 37,3% de los estudios reportaron valores medios de Vitamina D menores de 50 nmol/l, que es el nivel inferior acordado para definir un déficit de esta vitamina.

La dieta occidental media, rica en ácidos grasos saturados, puede inhibir la respuesta del sistema inmunitario a nuevos agentes patógenos. Además, los datos de niveles medios de diversos micronutrientes en poblaciones occidentales revelan niveles bajos o inadecuados de vitamina B6, B12 y ácido fólico, además de zinc y selenio.

Otras investigaciones han revelado que las dietas bajas en verduras, frutas y pescado inhiben la función de los linfocitos B y T -necesarios para la respuesta inmune- a través del aumento del estrés oxidativo en la sangre.

Para cambiar esta situación, los expertos coinciden en que la alimentación debe incluir altas dosis de fibra, cereales, féculas y azúcares integrales, grasas poco saturadas con las del pescado azul o frutas como el aguacate y vitaminas antioxidantes presentes en frutas y verduras.

En situaciones de alta necesidad, por epidemias o enfermedad, muchos abogan por la suplementario con multivitamínicos a las dosis recomendadas, que aseguren una adecuada protección frente a la enfermedad.

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Fuentes: